Indomable by Glennon Doyle Melton

Indomable by Glennon Doyle Melton

autor:Glennon Doyle Melton [Doyle Melton, Glennon]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Urano
publicado: 2021-05-04T00:00:00+00:00


Mi hijo es un estudiante excelente y un gran atleta. Escoge asignaturas difíciles, se queda estudiando hasta las tantas y luego se levanta temprano para entrenar. Hasta hace pocos meses, yo usaba eso como excusa para permitirle remolonear en casa. Le ordenaba la habitación mientras estaba en el colegio, le lavaba la ropa y limpiaba el estropicio que dejaba por la noche en el salón.

Una noche, pidió que le perdonásemos por no limpiar los platos para poder terminar los deberes. Lo dejé marchar mientras Abby, las niñas y yo terminábamos de recoger. Esa noche en la cama, Abby me dijo:

—Nena, ya sé que es por amor, pero se lo haces todo a Chase y él se aprovecha.

—¡No digas tonterías! —repliqué, y luego me tumbé y permanecí una hora mirando el techo.

Al día siguiente encendí el televisor y vi un anuncio sobre una pareja que acababa de tener un bebé. La joven madre dejaba al pequeño con su padre para volver al trabajo por primera vez. La cámara seguía al padre por la casa mientras Alexa recitaba con voz cantarina las constantes advertencias que la madre había programado la noche anterior: «¡No olvides la clase de música de las nueve! ¡Acuérdate de la toma del mediodía, el biberón está en la nevera! ¡Estás haciendo un buen trabajo!». Pretendía que los espectadores quedaran extasiados ante tanta dulzura.

Yo solo podía pensar: ¿Acaso ese padre acaba de aterrizar en la Tierra? ¿Es nuevo en estos lares? ¿Por qué necesita instrucciones al minuto para cuidar de su bebé? ¿Qué preparativos tuvo que hacer la madre para dejarlo todo listo? Además de prepararse para volver al trabajo, esta mamá pasó la noche anterior pensando lo que su marido tendría que hacer cada minuto del día siguiente. Previó cada una de las necesidades de él y del bebé y luego programó a Alexa para que llevara al padre de la mano todo el día y él no tuviera que pensar en nada. Pero el padre parecía un hombre adulto que quería a su hijo. No había razón en el mundo por la que no fuera tan capaz como su esposa de cuidar a su pequeño. Tanto ella como él eran madre y padre primerizos. ¿Cómo había acabado uno de los dos siendo tan incompetente?

Ay, pensé. AY.

Al día siguiente le entregué a Chase una lista de tareas pendientes. No las terminó. Cuando se lo señalé, se excusó diciendo:

—Lo siento mucho, mamá. Mañana tengo un examen de física muy importante.

Le contesté:

—No, yo lo siento, Chase. Te he estado enviando un mensaje equivocado. Sin darme cuenta te he enseñado que tener éxito ahí fuera es más importante que servir a tu familia aquí dentro. Te he enseñado a dedicarle al hogar únicamente la energía sobrante y a dar lo mejor de ti mismo en el mundo exterior. Voy a rectificar ese mensaje por completo mediante este otro: me importa un carajo el respeto que te granjees en el mundo exterior si no demuestras respeto por las personas que conviven contigo. Si no te metes eso en la cabeza, nada de lo que hagas ahí fuera tendrá demasiada importancia.



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